Por mucho tiempo los profesionales de la salud entendimos y tratamos el dolor basándonos en teorías que explicaban al dolor como un input proveniente de nuestros tejidos con el fin de informar al cerebro de la presencia de una lesión. El dolor lo entendíamos como un proceso lineal, el cual tenía una relación directa con la lesión, por lo tanto el modelo biomédico para el tratamiento del dolor era factible.
Sin embargo, en las últimas décadas la incompatibilidad del modelo biomédico para tratar pacientes con dolor crónico contribuyó al inicio del reconocimiento del modelo biopsicosocial para el tratamiento del dolor.
El modelo biopsicosocial se basa en teorías que explican el dolor como un output producido en el cerebro con el fin de proteger a nuestros tejidos de una lesión. El dolor es un proceso emergente multifactorial en el que contribuyen factores biológicos (nocicepción, inflamación, patología tisular, etc.), factores psicológicos (creencias, pensamientos, conocimiento, etc.) y factores sociales (cultura, sociedad, familia, amigos, etc.). Por lo tanto el dolor es una experiencia única y compleja que aún no logramos comprender del todo, ya que estamos lejos de entender cómo funciona realmente nuestro cerebro y todos los procesos que es capaz de llevar acabo.
Nuestro entendimiento y tratamiento del dolor requieren un INMINENTE CAMBIO DE PARADIGMA DE UN MODELO BIOMÉDICO A UN MODELO BIOPSICOSOCIAL.
Finalmente y a pesar de toda la evidencia científica que respalda el entendimiento del dolor como una experiencia multifactorial, es aún un reto para la investigación científica entender cómo todo los inputs provenientes de los diferentes factores biopsicosociales interactúan en el cerebro y construyen un OUTPUT PROTECTOR CONSCIENTE llamado DOLOR.
Los profesionales de la salud debemos trabajar en equipos multidisciplinarios con el fin de DIAGNOSTICAR Y TRATAR A LA PERSONA CON DOLOR, NO AL DOLOR EN LA PERSONA.